María Antonieta, reina de la moda rococó

MARIA ANTONIETA

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Mucho se ha dicho y escrito sobre María Antonieta, como reina y como mujer. Veracidad o mera política, no lo sabremos a ciencia cierta, pero de lo que sí debemos estar seguros, es que María Antonieta fue y seguirá siendo en la historia ¨la reine de la mode¨, la reina de moda. 

Ser reina, para María Antonieta de diecinueve irreflexivos años, significaba exclusivamente ser la mujer mas elegante, más coqueta, la mejor vestida, la mas adulada, y ante todo, la mas divertida de toda una corte; ser el arbiter elegantiarum, la mundana que imprime a tono a aquella sociedad distinguida y ultrarefinada, que vale, a sus ojos, por el mundo entero. (Stefan Zweig, María Antonieta)

Por eso, hoy hablaremos de la reina como impulsora de la moda, no solo en Francia sino en todas las cortes del mundo. María Antonieta no seguía tendencias, las imponía. ¡Comencemos!



ROSE BERTÌN

Su modista predilecta era Rose Bertín, llamada ministra de la moda por sus detractores. Bertín era el cerebro detrás de casi todos los vestidos nuevos encargados por la reina. Los vestidos y el cabello se convirtieron en los vehículos personales de expresión de María Antonieta.

Mademoiselle Bertín salta por encima de las prescripciones de la etiqueta que prohíbe a una persona burguesa la entrada a los petits cabinets de la reina; esta artista en su genero, alcanza lo que Voltaire y todos los poetas y pintores del tiempo no lograron jamás: ser recibida a solas por la reina. Cuando aparece, dos veces, con sus nuevos dibujos, María Antonieta abandona a sus nobles damas de honor y se encierra, para un consejo secreto, con la venerada artista en lo mas recogido de sus habitaciones privadas, para lanzar una nueva moda, aun mas disparatada que la anterior. (Stefan Zweig, María Antonieta)

 TELAS Y COLORES

 De acuerdo a la etiqueta, María Antonieta podía usar sus vestidos solo una vez y tenía que cambiarse tres veces al día, lo que la obligaba a tener más de  72 vestidos por año, lo que su presupuesto le permitía.

A pesar de que la etiqueta decía que no se podía ver a la reina con el mismo vestido mas de una vez, reciclaba sus favoritos y los modificaba.

Si algo era aún más distintivo en María Antonieta, eran las telas satinadas. A veces combinaba ambos materiales (satinado y tela opaca) y el resultado era una mujer brillante, por lo que cumplía con su objetivo: nunca pasar desapercibida.

¿Qué era lo primero que hacia la reina al despertar por las mañanas en el palacio de Versalles?

La camarera principal a cargo del guardarropa de la reina, irrumpía en su cuarto con algunas prendas y toallas para el toilette matinal, junto a la primera doncella. Esta lleva consigo un libro, en el cual, sujeta con alfileres, se apreciaban muestras de telas de cada uno de los trajes existentes en su guardarropa. Por ultimo, con un alfiler, María Antonieta señalaba las muestras de los vestidos que desea ponerse aquel día.

Comenzaba con algo formal para la mañana, de seda o terciopelo para la recepción. En la tarde, el deshabille, algo más cómodo de muselina o algodón. Y por la noche, un traje de sociedad, mucho mas elegante.

La mayoría de sus vestidos eran en tonos pasteles, sus colores favoritos eran el verde pálido, el amarillo, el lila y diferentes tonos de grises.

 

PEINADOS Y PELUCAS

En la corte de Luis XV, Madame de Pompadour, fue la cortesana francesa más famosa y favorita del rey, quien siempre vestía a la última moda. Para ello tuvo un peluquero, llamado Léonard, quien lanzó la moda de los pouf (peinados artificiales de enormes dimensiones). 

Leonard, el inigualable e insuperable Figaro del rococo. Como un gran señor, trasladase todas las mañanas, en carroza de seis caballos, de paris a Versalles, para demostrarle a la reina, con el peine, lociones para el cabello y pomadas, su siempre noble y diariamente renovado arte[...] Leonard edifica sobre la frente de toda dama de categoría que se respete, verdaderas torres de cabellos y decora estas altas edificaciones con simbólicos ornamentos. Con gigantescas agujas y enérgico empleo de pomada, se encaraman primeramente los cabellos, desde su raíz,, sobre la frente, rectos como cirios, hasta una altura aproximadamente doble de la de una gorra de granadero prusiano; después, en este espacio aéreo, a medio metro por encima de las cejas, comienza realmente el imperio plástico del artista. No solo paisajes completos y panoramas, con frutas, jardines, casa y navíos en movidos mares, toda una multicolora visión del universo, modelado con el peine sobre esos poufs o ques-á-quo (así se llamaban, según el libelo de Beaumarchais), sino que también, para hacer la moda mas rica en cambios, estas construcciones representan simbólicamente los acontecimientos del día. (Stefan Zweig, María Antonieta)

Esta moda cobró relevancia poco a poco, pero fue gracias a María Antonieta que se llegó a experimentar a niveles inigualables: se crearon las pelucas más altas jamás vistas, adornadas con alhajas, flores, listones, pájaros, mariposas, ramas de árboles, vegetación, cupidos y demás decoraciones. Incluso se elaboró una especial para la reina con un barco miniatura en la punta.

Con el paso del tiempo, las pelucas, se hicieron tan altas, que las damas que las llevaban puestas ya no podían viajar sentadas en sus carrozas y debían hacerlo de rodillas. De otra manera, la peluca chocaba contra el techo del coche. Por esa misma razón, se modifican los dinteles de las puertas en los palacios y en los palcos de los teatros se abovedaron los techos. Pero cuando se trataba de la moda, la reina no se limitaba y todas las locuras eran posibles.




 ESCOTES

 La reina amaba mostrar la sensualidad de su cuerpo, por ello, puso de moda los escotes pronunciados; los mismos exaltaban la curvatura de los senos sin mostrar de más. Además, era asidua a decorar esa parte del vestido con volantes, encajes y moños que resaltaban aún más sus pechos. ¡Si de algo sabia era de coquetería!



GUANTES Y ZAPATOS

 Para María Antonieta el calzado era tan importante como el resto de las prendas, pues resultaban igualmente llamativos. Los pedía con detalles como flores, listones y piedras, mismas que resaltaban la figura de los mismos. Por lo general usaba zapatos en punta y de 8 cm de alto para verse más estilizada. La reina recibía 8 pares de guantes perfumados con violetas y cuatro pares de zapatos semanalmente.




ABANICO

Este accesorio era uno de los principales en el atuendo de la reina, pues era, incluso, un arma de seducción. Por ello pedía que fueran bordados por los mejores artesanos de la corte, de igual manera, los pedía pintados. Uno de sus pintores de abanicos fue el mismísimo Jean-Honoré Fragonard autor de la reconocida obra El columpio.

 Hoy esos hermosos abanicos son considerados, con justa razón, como verdaderas obras de arte. Las mujeres de la época usaban algunos menos ostentosos, pero igual de bellos.



BELLEZA

Mientras que la mayoría de la gente se bañaba una vez al año, María Antonieta se bañaba a diario en sus baños privados Ataviada con un camisón de franela, se metía en la bañera llena de agua perfumada con lavanda y esencia de limón sobre un cojín de semillas de lino y raíces de malvavisco, bulbos de lirio, almendras dulces y piñones. Luego se bañaba con bolsitas de muselina llenas de sales y exfoliantes de hierbas.

Una de las principales características de María Antonieta era y es su maquillaje: pálido, con labios llamativos y mejillas rosadas.

¿La opulencia para llenar vacíos emocionales?

En este punto, me es imposible dejar de lado mi espíritu analítico. María Antonieta, como mujer y como esposa, a sufrido las mayores humillaciones. Para ponernos en contexto:  María Antonieta tenia catorce años de edad cuando se casó con el delfín Luis XVI, el matrimonio no fue consumado hasta siete años mas tarde, debido a que Luis XVI padecía de fimosis, estado que le impedía tener erecciones y le provocaba muchísimo dolor. El entonces delfín, demoró siete años en someterse a cirugía por temor al dolor (recordemos que en esa época no existía la anestesia), por presión de su círculo íntimo que lo instaban a que concibiera un heredero.

 Durante  esos siete años, la reina fue sometida a burlas y chismes. Charlan de ello todas las camareras, las damas de la corte, los caballeros y los oficiales, los servidores y las lavanderas. Por todas partes, en toda Europa, se reían y bromean príncipes y reyes, por carta y por palabra. Toda Francia sabe del fracaso conyugal.

Claro, que en todo caso, la delfina no tiene mas de quince años al tiempo de la celebración, del matrimonio; para ella no debería manifestarse todavía, como carga moral, la enfadosa incapacidad de su esposo, pues ¿ a quien le seria licito considerar como un hecho fisiológicamente contranatura el que una muchacha permanezca virgen hasta los veintidós años? Pero lo que en este caso especial provoca la conmoción y la peligrosa sobreexcitación del sistema nervioso es que el marido que le ha sido impuesto por razones de Estado no la deja pasar estos siete años seudomatrimoniales en una castidad despreocupada e intacta, sino que, continuamente, durante dos mil noches, un hombre rudo e inhábil se fatiga en vano junto al cuerpo juvenil de la princesa[...] de este modo, no es necesario ser medico neurólogo para dictaminar que que el exceso de vida, aquel perpetuo ir y venir y nunca estar satisfecha, aquella voluble carrera de placer en placer, son directa consecuencia, típicamente clínica de una permanente estado de excitación sexual no satisfecha, producida por su esposo. Porque, en el profundo de su ser, no ha sentido nunca verdaderas emociones y no ha podido sosegarse, esta mujer, aun no poseída al cabo de siete años de matrimonio, tiene necesidad de movimiento y ruido entorno de si, y lo que fue una infantil y regocijante adicción al jugueteo, conviértase, poco a poco, en un delirante y enfermizo furor de diversiones. (Stefan Zweig, María Antonieta).


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